Soy la isla desierta
que espera en solitario tu llegada.
El aire en el cielo
que vuelve loco tu pelo.
Yo podría ser tu sueño,
la sonrisa que asoma a tus labios.
La paloma libre que vuela
a través de tu mirada.
Ese trocito de amor deseado
que te despierta en la mañana.
La llama que se enciende
con el fuego de mis labios.
Me gustaría ser la estrella
que ves desde tu ventana.
***
En el poema “Soy la isla desierta”
me idealizo contagiada por el sentimiento más profundo e intenso que podemos
experimentar, el amor, y como ese amor alimenta mi autoestima.
El amor es una buena medicina que
normalmente produce una sensación placentera y de bienestar, de euforia y de
pasión, un sentimiento poderoso que ayuda a hacer conexiones profundas con
quien apreciamos.
Es una emoción que nos hace sentir
tan a gusto que se parece a una droga, ya que a nivel cerebral se activan áreas
específicas que ayudan a relacionarnos a nivel emocional y unirnos íntimamente con
esa persona en particular que, de modo inesperado se ha alojado en nuestra
cabeza y en nuestro corazón.
Basta un solo segundo para
encenderlo, provocándonos una sensación sublime de euforia y bienestar, un
conglomerado mágico que consigue que caigamos en ese remolino de sensaciones
tan características.
La imagen que tenemos de nosotros
mismos y nuestra autoestima se refuerza. Son instantes en que nos sentimos bien
en vista de que nos sentimos admirados y deseados, idealizándonos de tal modo
que cualquier detalle adquiere de pronto
una luz especial. Una búsqueda insaciable de amor nutriendo nuestra autoestima.
En el amor debemos deleitarnos en
nuestra individualidad pero sin caer en los precipicios del ego, solo así
podremos ser capaces de salvaguardar nuestra autoestima y potenciar, a su vez
la de la persona amada.
Begoña Pombar