Ven conmigo, estoy aquí
esperando llegar a ti.
Si vinieras, mi amor
descubrirías la pasión.
Cuando quieras, te daré
el anhelo de mi interior.
Pero más vale, por favor
que no intentes destrozar mi corazón.
Si no sabes llegar a mí,
ámame y me tendrás.
Si me quieres de verdad,
siente igual que siento yo.
No trates de disimular,
la ternura en tus manos está.
Ocultas detrás de tus ojos
lo que temen tus labios pronunciar.
Este poema “Ven junto a mi” describe la etapa en la que estaba más
ilusionada y deseosa de ver y conocer a la otra persona, donde plasmo mis
reflexiones sobre si esa persona que tanto me ha hecho sentir es la persona
correcta y si su sentimiento es recíproco.
No cualquiera puede hacernos desencadenar la cascada de excitación
hormonal que acompaña a esta fase del enamoramiento donde los neuroquímicos se
liberan y estallan cambiando nuestra percepción del mundo.
Porque en el amor con letras mayúsculas no hay miedos ni desconfianzas,
el cariño no duele ni busca herir. Por eso hemos de negarnos a que nos vendan
un amor con sabor a lágrimas. Si en algún momento aparece la mirada baja y la
sonrisa apagada, intentaremos buscar las razones que a la otra persona le
turban y las romperemos al instante.
El amor que es auténtico no duele ni traiciona, ni entiende de
lágrimas. Es aquel que se ofrece con los ojos abiertos y el corazón ardiente,
es una relación consciente y madura donde no se llenan vacíos ni se calman
egoístas soledades.
El profesor emérito de psicología de la Universidad de Washington Jhon Gottman, uno de los máximos especialistas en relaciones de pareja, en uno de
sus libros nos explica que el secreto para que una relación sea duradera y
feliz está en saber obsequiarse. Con ello el profesor ensalza la necesidad de
atenderse recíprocamente, de demostrar interés sincero el uno por el otro y,
ante todo, de crear significados y valores compartidos mutuamente.
Por tanto el dolor no tiene cabida ni sentido en estas relaciones.
Porque la relación sincera basada en la reciprocidad, jamás tendrá en su
estructura un aditivo tóxico ni venenoso.
Begoña Pombar
Begoña Pombar