El desafío para la humanidad de viajar al espacio, implica que sólo ciertos hombres y mujeres sean elegidos para ser astronautas. Se enfrentan a cientos de retos en el camino hasta que sólo unos pocos escogidos llegan al ansiado momento de despegar, recorrer miles de kilómetros en una nave espacial y poder experimentar un paseo en ingravidez.
Los riesgos para la salud y las consecuencias de por vida que experimentan los y las astronautas por su permanencia prolongada en el espacio son numerosas.
Durante los vuelos espaciales, los astronautas experimentan dolor y el viaje les puede provocar hernias y deshidratación discal, desarrollar dolor crónico y signos de atrofia muscular o lumbar.
En estudios realizados por la Nasa, se ha observado un mayor riesgo de cáncer y enfermedades degenerativas, como cardiopatías y cataratas, ya que los astronautas están expuestos a niveles de radiación cósmica equivalente a cientos de radiografías.
La microgravedad, la ingravidez y los rayos cósmicos también afectarían ampliamente el correcto funcionamiento del sistema digestivo. La reducción de la gravedad puede causar acumulación de líquido en los pulmones, lo que conlleva una disminución de la capacidad pulmonar y dificultades respiratorias.
Estudios más globales, en lo que se refiere al sistema inmune, se ha demostrado que los astronautas pueden experimentar mayores niveles de estrés oxidativo, lo que provoca disfunciones adicionales del sistema inmunitario y se ha demostrado que presentan una disminución del número de células inmunitarias, un aumento de la inflamación y una menor capacidad para combatir infecciones.
Se ha detectado que los efectos nocivos de la radiación también se asocian con un mayor riesgo de anomalías en los sistemas reproductivos tanto masculino como femenino. Las células reproductivas segregadas en los ovarios y los testículos, son extremadamente susceptibles a la radiación y a los procesos de mutación, con la fragmentación del ADN de los espermatozoides.
Además, el aislamiento o la convivencia en espacios reducidos puede generar estrés y ansiedad o alteraciones del sueño por los ciclos de luz y oscuridad en el espacio.
A su regreso a Tierra, los astronautas se enfrentan a desafíos adicionales como dificultades para adaptarse a la gravedad y pueden experimentar debilidad muscular, problemas de equilibrio y fatiga.
Y en un proceso a más largo plazo algunos problemas, como la pérdida ósea y la exposición a la radiación pueden tener consecuencias duraderas.
Hago una mención especial a Don Pettit, el astronauta activo más longevo de la Nasa que acumula 590 días en órbita a lo largo de más de dos décadas de carrera espacial, que ha sido un pilar esencial en varios proyectos de la Nasa. Regresó a la Tierra en una ocasión muy especial, su 70 cumpleaños. Su legado refleja un compromiso con la investigación y la curiosidad que inspira a las generaciones presentes y futuras.
Begoña Pombar
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